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De Choques Culturales y Albóndigas (1)

Lo prometido es deuda (Ves, PutaVaga, todo en esta vida llega, incluso arcos 😉 ).

Éste es el primer capítulo, porque ha habido muchos más. Después de tantos años las cosas se te olvidan (la edad o la mala vida), o simplemente ya ni te sorprenden, y dejan de ser choques culturales para convertirse en el pan nuestro de cada día. Prometo hacer memoria.

Una de las primeras veces que quedé con el Caracol vino a buscarme al cuchitril donde yo vivía por entonces. Acababa de terminar mi turno de trabajo y no me había dado tiempo a cambiarme. Mientras terminaba de «restaurarme» (Porque la palabra correcta no es arreglarme. La verdad siempre por delante) le ofrecí unas pipas. El Caracol las miró con cara de sorprendido y dijo: «¿Pero eso no es comida de hamsters?»

«Sí «– contesté yo – «Comida de hamsters y españolitos».

Él se rió y dijo que sí quería, asintiendo con la cabeza. Le puse un puñado en su mano extendida. Su mano y brazo se convirtieron en catapulta y se metió el puñado entero en la boca. Yo me dediqué a observarle incrédula. Empezó a masticar. «Esto está un poco duro, ¿no?». Me empecé a reír como una posesa mientras él seguía masticando, y masticando….. Y masticando. Todavía no comprende el «arte» de quitarle la cáscara a la pipa y comer lo de dentro. Hasta mi perro sabía hacerlo y no va de coña. Dice que es demasiado trabajo para el resultado. Puede que tenga razón, pero no le ve el lado filosófico a comer pipas: es súperdesestresante y mineralizante. ¡Mejor! Más pa´mí.

Otra vez me envió un sms que literalmente ponía : «I miss you coñito» («Te echo de menos coñito»). Cuando lo leí mi cara pasó por estas fases: cara de imbécil-cara de cabreo-cara de incredulidad- cara de descojone.

Me di cuenta que había intentado escribir cariño, sólo que le bailaron las letras «un poco» y no sabía exactamente dónde iban. Tendríais que haberle visto la cara cuando le dije lo que había puesto de verdad.

Uno de las pegas de echarte novio guiri es tener que hacer traducción simultánea cada vez que vais de vacaciones a tu país. Os juro que agota. No me extraña que los traductores de la O.N.U. hagan turnos de media hora. Es cierto, te machaca mentalmente. (Otra cosa para la que no valgo, mira tú).Y eso que estoy bastante acostumbrada a cambiar de un idioma a otro en cuestión de medio minuto. En esta ocasión estábamos en cierta parte de Macorina´s Islands en un restaurante y había que decirle al camarero lo que íbamos a pedir. Yo quería pedir una tapa de albóndigas, pero se me quedó la palabra atragantada o perdida entre la neurona con muletas que tengo por cerebro:

Brixta: «Ummmmmm, y otra de …. Ummmmmmmmm«

Camarero esperando con cara de coña.

Brixta: «Ummmmmmmmm« (Ya os digo que la neurona estaba ocupada buscando la palabra albóndigas y no se le ocurrió transmitir la información señala-lo-que-quieres-en-el-menú»)

Caracol (to the rescue): «Alboundigasssss«

Camarero descojonado y Brixta con los ojos como platos.

Y yo me pregunto…. ¿Qué más sabrá decir y yo sin saberlo?

Una de las mejores (algunas habéis visto esto ya) fue en la feria del Puerto. Nos juntamos unos amigos y el Caracol se vino. Estuvieron toda la noche intentando tomarle el pelo. Hay que reconocer que se defendió muy bien el caracolito, pero su momento llegó. Fui a la barra a pedir, me doy la vuelta y me encuentro con esto.

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Sí, veis bien. Eso es una lechuga, y aliñada ¿eh?, y un mini, cachi o maceta (o como lo queráis llamar) de ron con coca-cola.

(Chicas londinenses, tengo archivada la foto como «Snail & Lettuce». No hemos llegado a ese punto de la relación en la que le quiero llamar babosa).

Claro que, esa misma noche otro amigo ecuatoriano (Empadronado en Mallorca, luego sin exusas, porque no es que nunca hubiera estado en España) le dio por comerse los caracoles con cáscara, y decía: «No sé, no le pillo yo la gracia a los caracoles». El hombre Caracol (Sería que no quería hacerle ascos a sus semejantes) le imitó y también se los comió con cáscara.

 

Visto lo visto está claro que al Caracol le gustan las cosas con cáscara. El día que deje de gustarle yo me compraré un disfraz de huevo. Él podría ser el bacon.

 

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Antiparos Mayo 2004

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